martes, 14 de febrero de 2012

Visan Valentín

Fue aquel frío día de Navidad paseando por las ramblas de una vieja avenida cuando te vi por primera vez. Brillabas con luz propia convirtiendo la noche en día, iluminando mi rostro perplejo por tu magnificencia. Seguí mi camino prometiéndome regresar con la esperanza de volver a encontrarme contigo. Las noches que siguieron retuvieron tu imagen en mi mente, permitiéndome imaginar cómo eras por dentro, inventarme los tesoros que me tenías reservados si me permitías formar parte de tu mundo.

Y el destino quiso que los meses posteriores mi camino al trabajo me permitiera cruzarme contigo. A veces simplemente te miraba al pasar reduciendo mínimamente el paso, otras en cambio me detenía para observarte detenidamente. Entonces fue cuando sin decirnos nada tú y yo convertimos esos encuentros en algo más. Una simbiosis en la que tus días pletóricos me llenaban de felicidad y los días que te inundaba el vacío me entristecían el corazón.

Los dos ya éramos casi uno, pero aún faltaba por dar el último paso, el más importante,la consumación de encuentros y desencuentros, la contastación de nuestro amor. Y fui yo quien se lanzó aquella tarde de San Valentín en el que mis sueños se hicieron realidad. Desvelados millones de secretos en los que reí, me maravillé y disfruté cuando por fin entregándo mi corazón y mi alma me adentré en ti...

Ha pasado mucho tiempo desde aquel inolvidable día, pero seguido de largos y continuos reencuentros pues nunca, desde entonces, perdimos la costumbre de volver a reunirnos en todas las ocasiones posibles, Navidad, Reyes, el día del Padre, de la Madre, el día del libro, la vuelta al cole, las rebajas de enero, los ocho días de oro, la llegada de la primavera, la moda otoño-invierno, la semana de China, los cofres de tu cumpleaños y, por supuesto, San Valentín.

¡Te quiero Cortinglés!

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