
Aprendí que el hombre se equivocaba al pensar que las cosas son blancas o negras, las cosas son del color que elija ella. En un relación entre ambos, es ampliamente sabido que el rol que juegan ambos es muy diferente, mientras que nuestro objetivo es tomar el control de la situación, el de ellas es hacer que parezca que lo tenemos nosotros.
Pavo Chungo, el jefe de la tribu (eufemismo para ocultar que la que mandaba era su mujer, tal y como aviso en la enseñanza anterior) me confesó una vez que cuando conoció a su esposa, el dios Kachoo Oihondo le poseyó y nubló su mente haciendo que los encantos de ella acallaran los defectos hasta que él despertó casado y con tres hijos.
Me previno de los efectos secundarios que la sobredosis de hormonas producían en nosotros y que confundíamos con otro concepto distinto: el amor (de forma equivalente a la que un exceso de alcohol nos provoca la existencia o exaltación de la amistad con personas que, en estado sobrio, no tendríamos jamás).
No digo que esté de acuerdo con este tipo de razonamientos, pero al final, amar a alguien es algo que en el fondo no sabemos qué es, ni cómo se produce, ni por qué Jessica Alba no lo siente por mí. Puede que la química esté más cerca de la solución de lo que pensamos, o puede que con un poco de química, creamos estar más cerca de la solución.
En cualquier caso, la confusión entre sexo y amor es algo que la experiencia ha demostrado que funciona. Seis mil millones de seres humanos no pueden estar equivocados.
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